viernes, 10 de diciembre de 2010

CABOVERDIANAS con mayúsculas

Ana Ramos (Cidade Velha, Cabo Verde).- Las conexiones en Cabo Verde parecen infinitas. O quizás todo el misterio se deba a que la población de toda la isla de Santiago no supera los 270.000 habitantes. Lo cierto es que un médico nos habló de una profesora de Bellas Artes cuya tesis doctoral investiga las pinturas de los rabelados, una comunidad que se aisló voluntariamente de la sociedad en los 40 y en cuya historia nos detendremos; y, en Galicia, alguien comentó que Manolo, otro gallego, tiene un negocio desde hace más de diez años en Tarrafal. Manolo, a su vez, nos dijo que era amigo de Luzia, y de ella, que nos ayudó a preparar este viaje, a partir de ese momento nos hablaría mucha más gente. A todos nos los hemos encontrado sin haberlos buscado y con todos hemos seguido descubriendo el potencial de esta isla que sale adelante, una vez más, gracias al trabajo de las mujeres.
Mucha gente dice que de tener género, África sería mujer. África no podemos asegurarlo, pero Cabo Verde, de no ser por sus mujeres, seguramente hoy ocuparía otros puestos en esos listados que tanto gustan a los estados. La poligamia es frecuente en el archipiélago y, además, está socialmente aceptada. Mejor un mal compañero que ninguno, piensan muchas caboverdianas y toleran que un gandul las proteja mientras ellas se ocupan de todo el trabajo doméstico y de las tareas clandestinas con las que habrán de procurar el sustento para sus hijos. Las mujeres aquí son cabeza de familia y, a pesar de todo, hasta que no tienen un hombre están a la espera de su figura para poder desempeñar el único rol social tolerable: la maternidad. Si a esto le añadimos desigualdad en el acceso al empleo o a los recursos tenemos el cóctel perfecto: baja autoestima y, consecuentemente, carencia de autonomía.

“-¿Cuántos hijos tienes?
-Ninguno.
-¿Y cuántos quieres tener?
-No lo sé… ¿ninguno?
-Pero… ¡no seas loca!”

En la política, la administración o, simplemente, en las ciudades la situación de la caboverdiana es diferente. Ocupa puestos de responsabilidad, está integrada en todas las profesiones, el país cuenta con nueve ministras y dos alcaldesas y diversas entidades velan por sus intereses. Ese es el caso, del Instituto Cabo-Verdiano para a Igualdade e Equidade de Género que, desde 1994, promueve políticas para la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, además de la efectiva y visible participación de la mujer en todas las esferas de actividad del país.
En Cidade Velha, a apenas 15 kilómetros de la capital, ese papel lo realiza el Funku di Mudjeres, una de las dos sedes el país de la Asociación para la Cooperación con Cabo Verde (ACCVE). Allí todas las mujeres conocen a Luzia Oca, la del principio, y a “Carmiña”, Carmen Presa, promotoras incansables de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres en este país tan lleno de desigualdades.


El Funku di Mudjeres trabaja con las mujeres de tres localidades costeras: Cidade Velha, Gouveia y Porto Mosquito, pertenecientes al municipio de Ribeira Grande. La elección de esta zona no es casualidad: rural y con un alto número de familias monoparentales pobres, cuya responsable es una mujer que suele tener a su cargo una media de cuatro hijos. Los hombres, o han emigrado o se desentienden de su papel como padres. Añadamos a esto personas dependientes a su cargo y analfabetismo y el cóctel, ahora, nos dará como resultado una mujer que no puede desarrollarse como persona.
Conscientes de esta realidad, ACCVE ha llevado a cabo aulas de alfabetización, talleres de afectividad y sexualidad para jóvenes, formación en género y autoestima y actividades destinadas a la capacitación laboral de estas mujeres. A día de hoy, el Funku di Mudjeres tiene su propia tienda de productos de artesanía en Cidade Velha, una actividad prácticamente inexistente en la zona. Gracias a este pequeño comercio algunas han podido abandonar tareas tan ingratas, ilegales, poco productivas económicamente y en contra del equilibrio ambiental, como la extracción de arena de las playas.
Alba, una viguesa voluntaria en ACCVE también conquistada por la morabeza, nos presenta a estas mujeres poderosas con las que trabaja y, sin querer, sirve de ejemplo para estas caboverdianas que admiran que la joven haya venido sola a Cabo Verde. Alba, en cambio, las admira a ellas: “tan llenas de fuerza y con tanto en su contra”. Ese es el caso de Ivonne, una mujer que se ha ganado el respeto de todas sus compañeras. Víctima de violencia, dio un paso que por aquí no es nada habitual: abandonó a su hombre, se llevó a sus hijos y, sola, alquilo un piso con la ayuda de ACCVE. Hoy es profesora del Funku di Mudjeres, después de que Luzía, otra vez, la parara un día por la calle para elogiar sus productos. Un encuentro casual, cambió su vida aunque Luzia, realmente, conoce a todas las mujeres de la zona.
“Hoy estoy orgullosa de mi misma, algo que nunca había sentido. Me atreví a dejar a mi hombre y eso me dio fuerzas y me ha convertido en ejemplo para otras mujeres, para que vean que son capaces, que si quieren pueden hacerlo. Además, me dedico a enseñar y he descubierto que me encanta; cuando alguien aprende me quedo sin palabras”, nos cuenta Ivonne.
Chica tiene 54 años y… se ha matriculado en el colegio. “Estar más formadas nos da más fuerza, más capacidad, más valor… tudo mais”.


(Fotografías Xan Xiadas)

No hay comentarios:

Publicar un comentario